Actualizado marzo 2, 2016
La fertilización con dióxido de carbono (CO2) es un proceso natural que ha contribuído a que las plantas extraigan, durante el proceso de fotosíntesis, mayor cantidad de carbono y pierdan menos agua, fomentando de esta forma su producción y crecimiento en zonas desérticas.
Ventajas de la fertilización por CO2
A estas conclusiones han llegado investigadores australianos, que han precisado que existe una correlación entre este tipo de fertilización y el aumento en un 11% en el follaje entre los años 1982 y 2010, tanto en Australia como en zonas áridas de Norteamérica, Oriente Medio y África.
La investigación, que estuvo a cargo de la Organización para la Investigación Industrial y Científica de la Mancomunidad de Australia (CSIRO) y de la Universidad Nacional Australiana, explica el fenómeno de la siguiente manera: «esta vegetación de los desiertos, que usa de forma eficiente el agua, parece ser muy sensible a la fertilización por CO2″. Dicho proceso fué analizado a través de un modelo matemático que diferenciaba los efectos de otros factores como lluvias, temperatura, cantidad de luz y cambios en el terreno. Para detectar los cambios producidos en la vegetación de zonas áridas se utilizaron imágenes satelitales, particularmente en los desiertos y sabanas.
Efectos de la fertilización por CO2
El procedimiento a través del cual se da este tipo de fertilización ocurre cuando hay un aumento del dióxido de carbono, permitiendo que una hoja extraiga durante la fotosíntesis más carbono del aire y pierda menos agua, favoreciendo de esta forma la producción de hojas en las plantas de zonas desérticas.
Los efectos del proceso fertilizante del CO2 puede ser incluso superior al supuesto daño causado por el cambio climático, ya que la materia orgánica (carbono), fijado en la vegetación y en los suelos, ha ido en notable aumento desde que la acción benéfica del dióxido de carbono se ha incrementado. El carbono fósil que es devuelto a la atmósfera por la quema de combustibles se reintegra al ciclo del carbono vivo, y de este modo aumenta a su vez el flujo de carbono desde el aire hacia la biomasa.
Según cálculos del Earth System Research Laboratory de la NOAA, en la reciente década 2001-2010, la emisión por año de carbono provocada por la quema de combustibles fósiles fue de aproximadamente unos 8 Pg (Pg es un petagramo y equivale a una gigatonelada o a mil millones de toneladas). Además, se añade una emisión de unos 2 Pg causada por los incendios forestales.
Sin embargo, no todos los 10 Pg se quedaron en la atmósfera, sino que una parte (4 Pg) generó un aumento de la materia orgánica de la vegetación y de los suelos del planeta, ya sea en ecosistemas forestales, como en Siberia, o en ecosistemas agrícolas, como en los Estados Unidos.
A pesar de ello, no en todas partes se dio este aumento de carbono o de biomasa. Por ejemplo, en algunas zonas tropicales, procedimientos como la tala de los bosques para obtener madera y la quema de árboles para aumentar la extensión de campos de cultivo generó grandes perdidas de carbono. Por el contrario, en otros lugares del planeta, incluyendo el Amazonas, se pudo ver una absorción neta de carbono, ya que su absorción por fotosíntesis fué superior a la pérdida por respiración, aumentando de esta forma la producción de biomasa.
Consecuencias positivas del proceso
En este sentido, los altos niveles de CO2 han impulsado la aparición de más hojas en aquellas plantas de países secos, representando una gran noticia, ya que ésto puede ayudar a la silvicultura y la agricultura en zonas áridas. Aunque también cabe destacar algunos efectos secundarios que pueden llegar a influír en la disponibilidad de agua, el ciclo del carbono, los regímenes de incendios y la biodiversidad, por ejemplo.
Sin embargo, el aumento de follaje puede ofrecer sólo un pequeño ajuste en los niveles de CO2 en general, que se verá plasmado en la caída de dióxido de carbono, reduciendo los efectos de este proceso, y no pudiendo revertir el cambio climático global.
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